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Quiero compartir esta hermosa noticia que me enorgullece profundamente. El pasado 15 de abril fue aprobado por unanimidad del Consejo Superior de la UNR otorgarme el título de Doctora Honoris Causa en reconocimiento a mi trayectoria e importantes y continuos aportes en materia cultural.
Para mi es un honor enorme recibir este reconocimiento en mi propia tierra, mi propio lugar de formación al que he recurrido y vuelto permanentemente, llevando adelante la lucha y la admiración por la Universidad Pública y por todo lo público en general.
Significa muchísimo porque la Universidad Nacional de Rosario fue mi universidad. Me recibí de Abogada, atravesé en ella toda mi militancia política universitaria y volví a ella veinte años después a hacer la Especialización en Derecho de Familia y Minoridad. Como verán, la infancia aparece académicamente allí. Fui ayudante de Derecho Penal I durante tres años (ya en la calle Córdoba) y fue mi iniciación en la docencia universitaria. Luego de esto, me anoté en la carrera de Filosofía en Humanidades. Eran épocas tremendas porque eran épocas de dictadura, pero era mi verdadera vocación. No obstante ejercí el Derecho durante treinta años, pero la carrera de Filosofía me apasionaba y me sigue apasionando.
En la UNR encontré grandes amigos. Y en ese mismo lugar, desaparecieron grandes amigos. Desde ahí salí: desde la propia calle Córdoba, de la propia Facultad de Abogacía y RRII en aquel tiempo con las columnas del Rosariazo.
A la Facultad de Humanidades he ido cinco años gracias a la Licenciatura en Teatro dando la materia de Metodología del Actor Creador. También trabajé 26 años en la UBA dando Estética del cine y dirección de actores. Volver a Humanidades me pareció maravilloso. Allí di muchas clases aisladas de Gestión Cultural, de Filosofía, de Educación, además dirigí muchas tesis. Es decir, estuve toda una vida unida a la Universidad Pública, política, gratuita e irrestricta y sin examen de ingreso.
Invité varias veces desde el Estado a personas de la UNR a disertar, a ser jurados de distintos concursos y también he disertado en el aula magna de la Facultad muchas veces. La última vez fui invitada por Juan Giani para hablar sobre la figura del gaucho, donde traté la relación de Juan Moreira sobre lo teatral y lo cinematográfico de Leonardo Favio. He hecho obras adentro de la universidad, como La Vida Perdurable, en la maravillosa biblioteca. Fue la puesta más arriesgada y de ensoñación que yo recuerdo.
A los 17 años entré por primera vez a una facultad. Siento que la Universidad Pública es el reaseguro de una sociedad única llamada Argentina, que sorprende enormemente con sus profesionales y pensadores, con sus técnicos, con sus músicos, con sus hombres de teatro, con sus diseñadores.
Yo soy una enamorada de lo público. Lo público es un lugar donde aparecer y no desaparecer. Es el lugar donde ser y no tener. Es el lugar donde se cruzan todos los sectores sociales con sus sillitas y heladeritas en los veranos. En el mundo se sorprenden por el lugar que tiene Argentina del manejo del espacio público. Especialmente Rosario.
La Universidad Pública es una de las usinas de sentido de nuestra comunidad. Siempre y cuando no separe un adentro y afuera, o saberes de conocimiento. Para ello tiene que tener en cuenta las experiencias de vida que no llegaron a la Universidad y tener presencia en todos los territorios.
La Universidad Pública es el segundo recurso que queda cuando un gobierno no tiene un plan cultural. No puede hacer un plan cultural entero porque para eso tiene que pelear para gobernar. Pero puede unirse a los estados y puede ir generando el conocimiento de un plan cultural para que los que gobiernen la lleven adelante.
La Universidad Pública es un faro. Pero siempre que lo hagan faro y no palacio. Y ustedes no lo están haciendo palacio. Porque la generación que está gobernando la Universidad Pública ha pasado por la dictadura y los desaparecidos, desde la Universidad ha salido el grupo de defensores de presos politicos y detenidos desaparecidos.
La Universidad Pública ha pasado por la experiencia del pueblo y la pobreza, ha pasado por esta pandemia.
Tengo mucho orgullo de recibir este reconocimiento. Y más orgullo de haber sido formada por esta universidad de mi tierra. Nací en saladillo y viví hasta los treinta años cerca del arroyo. Y acá estoy, con todas las academias que transité y con todos los títulos. Pero esto me parece más bien un reconocimiento amoroso y también una forma de decir, “queremos ir para allá”. No poniéndome de modelo, pero sí diciendo que la cultura es más amplia que espectáculos y museos; que es una gran transversal del sentido y que esa usina debe estar compuesta por diferencias muy enormes y puede estar compuesta por conflictos enormes. Pero hay que transitar el territorio y trabajar a nivel superestructural y territorial, a nivel nacional y local. No hay que olvidarse nunca que en cultura, las operaciones más contundentes, salvo el presupuesto, deben ser lo cercano. Mi agradecimiento eterno a esta usina. Confío que de ella aparecerá un cambio profundo.