Territorio joven
Cada territorio tiene, como los seres humanos, capacidad de aventura. Los espacios hablan, su silencio es mentiroso. No sólo esperan, albergan, reciben, son habitados por la gente, sino además, aparecen como signos generosos que construyen gran parte de nuestra acción y nuestras iniciativas.
Un territorio joven, es un espacio que vuelve a empezar. Está preparado para mirar de otro modo. Es un ámbito que se convierte en todos los ámbitos.
Un territorio joven, es un espacio público que lleva en sus valijas de metros y profundidades, todas las posibilidades de interacción generacional, los saberes y aprendizajes, la solidaridad hacia los pares, los mayores y menores, la memoria de las generaciones que los precedieron y la esperanza de sus vidas proyectadas hacia el futuro.
Esta patria joven no es un privilegio de edad y plenitud. Su belleza es proporcional a su capacidad de acompañar cambios profundos, a veces pequeños cambios que, sin embargo, dejan marca. Cuando algo se mueve pierden su lugar los estereotipos y las cosas muertas. La meta de las áreas juveniles es recuperar su dinámica de usina social, re-inventarse a sí mismas, provocar la creación, reavivar el sentido, poner en jaque a la cadena de vidas postergadas o destinos inamovibles.
La franja joven no se conforma, busca solidaridad para todos, incursiona en múltiples lenguajes, formas y rutas para expresar mejor lo que sienten y darle al mundo otras respuestas.
Como no se resigna es viajero, hace mucho con poco, resiste la estupidez y el egoísmo, aprende de todo y enseña sin estar recibido. Se convierte en casa, abrigo de preguntas, plaza de los ciudadanos, albergue de caminantes. No es un ancla, se mueve en el territorio y el paisaje se mueve también. Está construido con cuerpos e historias de vida. Escribe sus diversos relatos en los senderos, recitales y foros. Son los poemas del amor y del crecer, interrumpiendo desalientos, alimentando desafíos…
Es un espacio navegante de las nuevas tecnologías y amante de toda comunicación: la vida puede ser escrita, abrazada, bailada, se puede volver música y objeto, como el diseño de un programa complejo, porque cambia la piel todos los días. Su tierra es Santa Fe, y ellos andan por los aires en los trapecios y por el agua como los peces, van por el camino con mochilas de derechos y dignidad y por el fuego de una única pasión: integrar, crear redes, unir voluntades, enarbolar la palabra como bandera escrita, moverse en las regiones, aceptando particularidades y a la vez sembrando la ciudadanía del mundo.
Un territorio joven es abierto y extensible, crece sin tranqueras, no es propiedad de nadie y todos son sus dueños, sus protagonistas, sus autores.
La tierra prometida es ésta, pero igual hay que salir a buscarla, convertirla en proyecto, con la política de mejorar la vida, con la poética de incluir hasta el último habitante, con el trabajo de poner en movimiento la existencia y la persistencia de no abandonar los sueños hasta cambiar la historia.
Por eso, los festejos del Bicentenario de la Nación Argentina, deben convocar al país joven, a la mirada penetrante de los constructores del siglo XXI
Territorio Joven / Bicentenario de Mayo 2010