¿Qué es una Política Pública para la infancia?, Es la primera cuestión que nos interroga. Tal vez, antes de avanzar, deberíamos rehacer la propia pregunta, pluralizando, ¿Qué son las Políticas Públicas para las infancias?
Una Política Pública es un impulso colectivo y transformador con perspectiva estratégica, una energía regulada y sistematizada que hace frente a una necesidad, interpreta un imaginario social, construye sentido en la fragmentación, moviliza la acción en la abulia y teje su red infinita de futuro en el presente del territorio. Tiene algo de solemne cuando relaciona y re-liga un pulverizado sentido de conjunto, convirtiéndose en misteriosa construcción como “artefacto” de cambio.
Si la política es el “arte de vivir juntos los unos con los otros”, según Hanna Arendt, o por lo menos, la capacidad de convocar lo colectivo, estamos parados exactamente en el punto en que el convivir es la estrategia mayor, en la era del vacío de sentido, la crisis extenuante de la representación política, el individualismo y la exclusión.
Poner en escena a la sociedad civil, es en realidad, la única manera de practicar el “arte de vivir juntos”. Y, para decirlo como se merece la metáfora teatral, se trata de cuerpos de todas las edades que, en un tiempo y un espacio, con cierta cantidad de energía, intentan construir un relato, una ficción, protagonizar (es decir ser “alguien”, a cambio de “nadie”) su historia… la historia del “nosotros”.
Se advierte de inmediato que están en juego el concepto de pertenencia, identidad y trascendencia. Cuando la gente actúa sus acciones, se suele llamar participación, consenso, se pone en evidencia la multiplicidad y complejidad de la trama social, la belleza de la diferencia.
Cuando los ciudadanos protagonizan, el espacio público se convierte en dispositivo de uso y sentido, puede mostrar su condición de territorio de nuestra movilidad urbana, aprendizajes y vivencias; patrimonio físico, imaginario y simbólico que heredamos y acrecentamos; memoria de nuestro cuerpo (desplazamiento de la historia a las cosas), modos y vínculos movilizados (llamados “técnicamente servicios”); reglas del juego o normativas, que favorecen el concierto de voluntades o el desconcierto que acompaña a la burocracia y empequeñece la vida social. Es el antiguo “bien común” del siglo XII convertido en plano y damero, que habla y grita, expone sin tapujos la exclusión, dialoga con el río y hasta repara en la existencia de los chicos.
El espacio de todos, es el lugar donde “aparecer” ante los otros, con un cuerpo, una dignidad, una historia; donde el relato insiste en igualar oportunidades, no excluir, creando alternativas al modelo neoliberal.
Una manera de decirlo es hablar de derechos (las constituciones modernas jamás desligan a los derechos, de las obligaciones y sobre todo de las libertades). Es tan enorme la carencia, que hablar de derechos, nos hace olvidar a veces la categoría misma de la libertad. Más aún, por momentos los gobiernos pueden desconocer que una sociedad de ciudadanos, no aspira sólo a un ejercicio pleno de derechos, sino que pide mucho más: una ética de la felicidad “para vivir juntos los unos con los otros”.
Y aquí aparecen los niños y las niñas como síntesis e “indicadores ambientales”, como pregunta abierta y desafío. Porque todo lo dicho nos llevaría a pensar que las Políticas de Infancia son la metáfora del Plan Estratégico de una sociedad y su Gobierno, son el relato y las líneas de giro transformador que habilitan la imaginación y la creatividad.
Dicho en forma muy concreta:
1- Lo que pensemos para los chicos, habla de quienes somos y lo que esperamos de nosotros como sociedad.
2- Las Políticas Públicas de las Infancias ponen de manifiesto en cada programa, cual es su postura frente a los derechos y libertades, cual es su visión del mundo y del porvenir. Los programas destinados a los chicos, pueden convertirnos en protectores de derechos que olvidan la libertad de crecer, cuando no, en asistentes de necesidades en desmedro de toda autonomía.
En el concepto de desarrollo integral está la pretensión de que el niño, crezca autónomo, con movilidad urbana y social. Un verdadero conflicto cuando grandes sectores de la sociedad piden más policía, más penas y más seguridad, cuando el Mercado pide más consumidores, y las voces “claman” por los chicos de la calle (algunos con buena voluntad, otros con responsabilidad, bastantes otros con sensacionalismo y no menos con molestia). Este es el verdadero desafío cuando una gestión busca plasmar en sus Políticas Públicas de Infancia el desarrollo integral de los chicos, recordando que los derechos son un piso de garantía pero los ciudadanos buscamos la felicidad.
3- El gobierno Municipal y Provincial enfrentan ante el problema expuesto varias paradojas:
a) La primera es la perspectiva de focalización o extensión de las Políticas de derechos vinculadas con la infancia. El planteo sería así: ¿cómo garantizar el derecho a la salud, educación, la pertenencia cultural, con políticas de sector?. En el caso de la infancia es imposible dirigirse a los niños sin dedicarse a la familia, la escuela, el barrio, el club… Es decir, un desarrollo integral del chico, sólo se piensa como razonable en el marco de una política también integral para los grupos sociales. Esto aparece como el mayor logro de enfoque transformador de los Trípticos de la Infancia y de la Imaginación, el sistema Aleros y el Plan Abre, entre muchos otros programas.
b) Los programas integrales suponen, a mi entender, el más difícil emprendimiento de una gestión: superar la fragmentación del propio Estado, creando políticas sistematizadoras y articuladas, concebidas con planificación territorial, no solo diseñadas por Desarrollo Social, Salud, Cultura y Educación, sino encontrando el enfoque social en las áreas concebidas en el pasado como de mayor carga técnica (Servicios Públicos, Planeamiento, Obras Públicas, etc.) Todo cambia de lugar en una Política integral. El “para chicos” no desaparece, pero hace que “con los chicos para todos” se convierta en cuestión principal. Lo social se logra con múltiples intervenciones y con protagonismo asociativo, redes, co-gestión. Desarrollo cambia su concepción por participación y derechos, Salud por calidad de vida y Cultura por dispositivo de sentido (imaginario social, comunicación, identidad). La ciudad se piensa para todos, desde los que se incorporan, con ellos. La obra pública se pregunta por su razón de ser… entonces, une barrios, hace tajos en el paisaje urbano y genera grandes espacios de convivencia. La ciudad quiere ser recorrida, embellecida, apropiada por sus habitantes, fantaseada, integrada, pública y secreta…
c) La tercera paradoja es la confusa situación que viven los niños relacionada con su autonomía. En este punto está en juego el propio concepto de la ciudadanía. Nadie le negaría a los chicos su calidad de ciudadanos para ser protegidos en sus derechos, pero su condición de partícipes del gobierno del conjunto, se vive en el mundo adulto (padres, educadores, gobierno) con una sonrisa permisiva. O se piensa el dispositivo como educación democrática, como experiencia aislada, votación voluntaria paralela a la decisiva, cuando no como simulacro del mundo adulto. Algo así como ofrecer a los niños un aprendizaje de participación al modo de Cuerpos Colegiados que no están hoy prestigiados, imponiéndoles una “representación” que no sólo está en crisis, sino no es propicia para la edad. Dicho de otro modo: repetir uno de los aspectos más cuestionados del modelo democrático.
d) Pero ¿cómo desarrollar una política integral “con los chicos para todos”, sin el auténtico aporte de la infancia?
La gestión del Municipio de Rosario encuentra la respuesta en el Proyecto “La Ciudad de los Niños” de Francesco Tonucci y promueve la creación de Consejos de niñas y niños (agrupaciones de chicos elegidos por sus pares que aconsejan, fabrican ideas, organizan sucesos sociales y no repiten las tradicionales metodologías de los cuerpos deliberativos adultos).
Los Consejos de Niños han propuesto y realizado con los adultos muchas campañas pero ninguna marcó más la gestión en su Política y su Poética que la apertura al juego que ellos desataron con su iniciativa de declaración del “Día del Juego y la Convivencia”.
e) Es precisamente este momento de la historia en el que hay que detenerse para dejar expresada otra dificultad que tiene la Política al integrar niños. Se trata del “modo de ser y de estar en el mundo” que tiene la infancia, poniendo en crisis varios aspectos de la Gestión Pública, tanto en sus metodologías como en su forma de acción, dado que el juego, la imaginación, las preguntas, la investigación y exploración de lo real, no han sido frecuentemente consideradas como importantes por la Política como problemática para su propia construcción.
Sin embargo nada más imaginativo que el arte de vivir juntos o creativo la manera de integrar y si es hora de jugar en serio (o jugarse como compromiso) es hora también de reconocerle al juego su capacidad transformadora. Es más, su condición de ser en sí mismo el dispositivo transformador. Esto implica no reducir al juego a la interacción dificultosa de los poderes del estado, o a las estrategias de negociación donde anida la corrupción.
El juego es una de las formas de participación más poderosa y eficaz (los chicos lo saben porque es el modo en que conocen el mundo, y nosotros lo sabemos porque la historia nos lo dice, pero lo olvidamos rápidamente). Aunque una lógica repetitiva no permite visualizar la creación cotidiana, Jugar en el amplio y total sentido de la palabra es disponer los términos de otro modo, innovar, simbolizar, disfrutar…
Jugar y convivir son la democracia en verbo.
Las gestiones municipal y provincial descubren en este enfoque una muestra de la utopía posible, una manera extraordinaria de apropiación del espacio público por los ciudadanos, una forma de creación colectiva, y encaran una compleja transformación de las políticas sociales y culturales, haciendo del territorio un enorme espacio público, y trabajando a través del Gabinete Social integrado un verdadero desarrollo humano. Se trata de una creación de gestión política innovadora en la cual los derechos se convierten en vida, saltos, abrazos, protección, emancipación, convivencia y lucha.
En este marco surgen el Tríptico de la Infancia de Rosario y el Tríptico de la Imaginación de Santa Fe, entre muchos otros programas, como paradigma de una apuesta a la integración inter-generacional, inter-social, imaginativa y creadora de otra mirada educativa posible.
Los espacios que integran los Trípticos tratan de “poner en volumen” ciertos conceptos: juego y convivencia, identidad y memoria, relaciones cultura-naturaleza, arte, ciencia y tecnología, construcción y pensamiento, integración generacional múltiple y social y sobre todo la pluralidad de la ética de la felicidad. Viven en ellos grandes metáforas de lo humano: la vida como viaje, la innovación como faro, la subjetividad como belleza y la colectividad como usina, el cuerpo en juego en su totalidad holística de imágenes, percepciones, sensaciones, afectos y conceptos, el tiempo como misterio y desafío, el espacio como historia, ficción y relato, la estética como ética, los lugares preparados para sentir y pensar, penumbras sin consumo, educación con disfrute, participación sin límites, accesibilidad total y libertad de circulación.
Lejos de los museos interactivos del siglo XX y cerca de la narrativa de la “escena social”, la cantidad y calidad de la presencia ciudadana en estos espacios, la mirada del visitante, y la continuidad indeclinable de su propuesta provocativa, los coloca en el nuevo desafío de crear “usinas sociales”, “andamiajes de sentido”, en el gran juego de la inclusión social.
Para concluir
No puedo finalizar sin recordar lo que es obvio: tuve el honor de coordinar la construcción de los Trípticos y sus propuestas, con un enorme equipo creativo, según indicaciones, decisión y presupuesto de las gestiones que los crearon y sostienen desde 1995. Es una invención colectiva, un sueño tejido en Políticas Integrales, en el desafío de los derechos humanos y en la conciencia de estar viviendo una etapa de enorme plenitud y de enorme esfuerzo para combatir la exclusión. Las generaciones pasadas están en nuestras lecturas y pensamientos, así como las luchas y luminosos deseos de tantos santafesinos. También están los obstáculos, los que piensan que estética y excelencia son emprendimientos de los países desarrollados y entonces, la sensación cotidiana de insistir, hoy más que nunca, que nos merecemos lo mejor, porque eso es el espacio público, el que nos permite no declinar en la excelencia, ser tenaces, devolverle belleza a la dignidad de las personas y pensamiento a la estupidez, decir que no todo está en venta y nadie está condenado al abandono y la soledad.
Y por fin agradecer a los niños, la generosidad y apertura con las que nos han dejado entrar en su mundo, la alegría que manifiestan en estos nuevos territorios y el modo cómplice y sensato con el que van incluyendo en ellos a sus familias, amigos y educadores.
Chiqui González
En su nombre y en representación de los equipos de los Trípticos
y de todo el Ministerio de Innovación y Cultura del Gobierno de Santa Fe
Octubre de 2018